jueves, 19 de mayo de 2011

Teórico Nº 7: "Mito"

TEÓRICO Nº 7



MITO



Guía de Lectura

DISEÑO.COM
Capítulo 8
“Mito"


1. La cultura está “llena” de mitos.


2. Etimología de mito.


3. Los mitos universales.


4. Las historias que narramos.


5. El mito no se agota en la idolatría.


6. El mito es una narración.


7. Semiología y mito.


8. El mito es un habla.


9. El mito, domestica la realidad.


10. El mito: histórico y ahistórico.


11. El mito es un metalenguaje.


12. Lenguaje objeto y lenguaje mítico.


13. Ejemplos de ídolos.


14. Ejemplo de narración.


15. Por derecha y por izquierda.


16. Figuras del mito.


17. Figuras del mito en la moda.


18. Todo puede ser narrado. Todo puede ser mito.






Módulo 1
Mitologías, Roland Bartehes
“El mito, hoy”

1 El mito es un habla.


2. El mito es un sistema de comunicación.


3. El mito no puede definirse por su objeto ni por su materia.


4 “ ...entenderemos por lenguaje, discurso, habla, toda unidad o síntesis significativa”...


5. El mito como sistema semiológico


6. La semiología: una ciencia de las formas.


7. La relación entre el significado y el significante no es una igualdad sino una equivalencia.


8. El mito es un sistema semiológico segundo.


9. El significante del mito es término final del sistema lingüístico


10. El significante del mito es término inicial del sistema mítico.

11. La forma y el concepto.


12. El significante del mito es sentido y forma.


13. La forma no suprime el sentido, lo empobrece, lo aleja...


14. El concepto nunca es abstracto: está lleno de situación.


15. Un significado puede tener varios significantes.


16. La significación.


17. El mito no oculta nada


18. En semiología, el tercer término es la asociación de los dos primeros


19. El mito es un sistema doble. La partida del mito está constituida por la llegada de un entido.


20. El mito tiene carácter imperativo.


21. La significación mítica nunca es completamente arbitraria.


22. El mito es un sistema ideográfico puro.


23. El significante vacío: el productor de mitos.


24. El significante lleno: el mitólogo


25. El significante como un todo: el lector del mito.


26. El mito como lenguaje robado


27. La lengua, que es el lenguaje más frecuentemente robado por el mito...


28. El sentido está demasiado lleno: el lenguaje matemático.


29. El lenguaje del escritor...


30. La burguesía como sociedad anónima


31. La sociedad es burguesa.


32. Las vanguardias.


33. El estatuto de la burguesía es particular, histórico.


34. El hombre que la burguesía representa será universal, eterno.


35. El mito es un habla despolitizada.


36. Lo real se vacía de historia y se llena de naturaleza.


37. La política en su sentido profundo.


38. Lo hombres no están(con relación al mito) en una relación de verdad, sino de uso.


39. El mito, en la izquierda.


40. Existe un lenguaje que no es mítico: el del hombre productor.


41. Hay mitos en la izquierda en la medida en que la izquierda no es la revolución.


42. El mito de izquierda es inesencial: la vida cotidiana le es inaccesible.


43. El mito, en la derecha.


44. La burguesía quiere conservar el ser sin mostrarlo.


45. La vacuna.


46. La privación de historia.


47. La identificación.


48. La tautología.


49. El ninismo.


50. La cuantificación de la cualidad.


51. La verificación.


52. Necesidad y límites de la mitología.


53. El mitólogo se excluye.


54. El mitólogo, excluido de la historia.


55. El mitólogo corre el riesgo que lo real que pretende proteger se desvanezca.



“Sapónidos y detergentes”
Nota: La saponificación es un proceso químico que se basa en la reacción entre una sustancia grasa y un álcali. Lo que se obtiene es algún tipo de jabón. Un detergente es una sustancia orgánica que se incluye dentro de los tensioactivos, así llamados porque tienen la propiedad de disminuir la tensión superfcial.
Por lo tanto, los jabones y los detergentes son agentes de lavado que actúan con distintas lógicas.



“El rostro de La Garbo”
Nota: Se refiere a la famosa actriz Greta Garbo. Puede trasladar el caso a otras figuras (mujeres u hombres) conocidas,


“Publicidad de la profundidad”
Nota: Comparar los mitos con los del texto anterior “Sapónidos y detergentes”.


“Marcianos”
Nota: Trasladar el caso al uso cotidiano del apelativo “marciano”.



“Conyugales”
Nota: Trasladar el tema a casos actuales y recientes. No se restrinja a los casos de la nobleza, amplíe también a las figuras massmediáticas.



Nota de las Notas.
Son una indicación para abordar cada tema. De ninguna manera explican la mitología, las figuras del mito y, por si queda alguna duda al respecto: no son respuesta a una eventual pregunta de examen parcial.





TEXTOS COMPLEMENTARIOS OBLIGATORIOS

Publicado en el diario La Nación, el lunes 16 de mayo de 2011:
El mito, verdad profunda
Javier Goma Lanzon
El País

En 1922, cuando pronunció la conferencia "Sobre la república alemana", Thomas Mann inició una travesía espiritual que, años más tarde, culminaría en una larga novela sobre la saga bíblica titulada José y sus hermanos . Su escritura fue precedida de una asunción decidida y consciente de la función educativa y civilizatoria del mito. Con ello, verificaba en su persona y en su obra el gran giro que estaba experimentando la cultura de su tiempo. Conforme a la interpretación tradicional, la cultura había nacido al producirse en Grecia el paso "del mito al logos", es decir, la sustitución de la mentalidad mítica y mágica por la racionalidad de la filosofía y la ciencia. En el siglo XX, se estaba describiendo el giro inverso: una crítica al "logos" occidental, que tenía mucho de vuelta al mito. Claro que el mito que se recupera entonces no es lo que un "logos" excesivamente seguro de sí mismo había imaginado que es: una aleación caprichosa de fantasías coloridas y sugerentes, pero completamente irracionales. Se descubre, por el contrario, que hay una verdad en el mito.


La naturaleza sigue unas regularidades que las leyes científicas explican: precisamente porque los hechos naturales se repiten, la ciencia puede ser predictiva. El reino natural se compone de sustancias minerales, vegetales, animales y también humanas, aunque la naturaleza no agota la totalidad de lo humano, porque el hombre presenta, además, un torso no natural: la libertad. Las creaciones de la libertad son únicas, imprevisibles, sorprendentes incluso para su autor, y esto presta a las realizaciones humanas, que se suceden sin sujetarse a un criterio uniforme, una dimensión temporal.


Solemos excusarnos a diario de mil menudencias pretextando que no tenemos tiempo, cuando, bien mirado, lo único que tenemos es tiempo, pues somos tiempo; no entidades repetitivas, sino fluyentes, ondulantes. Incurrimos en contradicciones, pues el antes y el después de nuestro decurso vital no coinciden. Más aún, somos una contradicción viviente: la naturaleza nos privilegia con una individualidad autoconsciente, pero nos castiga dispensándonos el mismo destino cruel que al resto de sus criaturas que no tienen conciencia de sí mismas. De ahí las aporías y los dilemas, y las tensiones que conforman el humano devenir. La identidad del hombre depende de la habilidad para crearse una narración creíble sobre el mundo que ilumine el sentido de la existencia y otorgue a su vida un papel digno y significativo dentro del conjunto.


La ciencia positiva merece máximo respeto, pero el positivismo -el imperialismo de la ciencia- se equivoca cuando asimila al hombre a la naturaleza, al aplicar un método que vale para las realidades repetitivas, pero no para las narrativas. No el tratado discursivo ni la ley científica, sino sólo el mito, que es un relato, hace justicia a lo inaprensible de la condición humana y sabe captar ese meollo enigmático de su ser. En términos de Wittgenstein, la ciencia dice, mientras que el mito muestra: hay, en efecto, algo en el hombre irreductible a conceptos bien recortados, pero dócil a su representación y patentización narrativa. Si se dice, por ejemplo, que Aquiles es al mismo tiempo el más afortunado y el más desdichado de los hombres, tal proposición es absurda para la ciencia, pero la antinomia se deshace si se despliega en una relación de antes-después (afortunado en Esciros, desdichado en Troya), o si comprendemos, como da a entender su mito, que la negatividad de morir joven le proporciona, paradójicamente, la gran gloria de ser el mejor de todos los griegos.


Esos cuentos folklóricos sobre héroes que realizan grandes hazañas o se enfrentan a monstruos legendarios no respetan la lógica, pero son racionales, bien que su racionalidad no es científica sino artística. Como el arte, los mitos seleccionan sus ingredientes de entre lo plural y fragmentario del mundo y, transformando el azar en necesidad, crean con ello la ficción de un orden significativo y unitario que integra lo meramente circunstancial de la experiencia humana en un todo comprensivo y legitimador. Por eso son siempre usados para explicar la fundación de una ciudad o de un pueblo, y por eso en el interior de nuestra conciencia flota también la mitología de nuestra identidad personal, satisfaciendo en nosotros la demanda de narraciones y colaborando con la obligada construcción narrativa de la realidad. Cuando los pintores del Renacimiento vuelven una y otra vez a los mitos grecolatinos y bíblicos, no lo hacen animados exclusiva ni primeramente por motivaciones estéticas, sino porque creen que en esas historias transmitidas por la tradición se halla involucrada una profunda verdad humana, no por indefinible menos verdadera.


Por último, el mito, destaca Mircea Elíade, asume siempre una función ejemplar. A diferencia de las novelas modernas, no le interesan las individualidades excéntricas o las situaciones inusitadas, irrepetibles; por el contrario, sus héroes son arquetipos que protagonizan historias paradigmáticas. Busca la identificación de la audiencia con situaciones existenciales esenciales y comunes en el hombre, pero amplificadas a un grandioso escenario cósmico. La novela moderna es una autoconciencia aristocrática que se expresa en nombre propio, en tanto que el mito, creación anónima, lo hace siempre en nombre de todos.

Este igualitarismo intrínseco al mito fascinó poderosamente a Thomas Mann al operarse la gran transformación en su vida. En aquella conferencia de 1922, se retractó públicamente de su refinada pero obscena apología del belicismo guillermino contenida en Consideraciones de un apolítico (1918) y abrazó la causa de la Constitución de Weimar y de la democracia. Paralelamente, abandonó los argumentos de sus novelas anteriores centrados en esos (son sus palabras) "burgueses descarriados" y durante los siguientes quince años consumió la madurez de su talento en la recreación del mito del José bíblico. Mann explica esta evolución espiritual en sus ensayos sobre Freud y en su autobiografía: "Di el paso de lo individual-burgués a lo típico-mítico". Ambas transiciones, la política y la literaria, coinciden en lo sustancial, porque, para Mann, el mito es la representación artística de la democracia.

El autor, español, es filósofo. Su último libro es Ingenuidad aprendida

 Publicado en el diario La Nación el martes 17 de mayo de 2011:
Por qué aprender matemática
Ignacio Zalduendo

Mientras describo, por ejemplo, la función logaritmo, un alumno levanta la mano y dice: "Profe, ¿y esto para qué me va a servir?".
¿Cómo le explico que la única vez en mi vida que usé un logaritmo fue para elegir mi AFJP?
La pregunta también surge regularmente en cuanto uno menciona el nombre del teorema que se propone explicar. Es una muy buena pregunta. Y no sólo para el alumno, ya que el profesor también debe saber para qué enseña matemática y, en consecuencia, qué ha de enseñar y cómo conviene hacerlo.


Sí, claro, la matemática es muy útil. Es fácil mostrar ejemplos. Sin matemática no habría autos, remedios, teléfonos, encuestas, tomografías... No habría transporte, ni finanzas ni comunicación ni producción de casi nada. Pero la respuesta no es ésa, porque el chico quiere saber para qué le va a servir la matemática a él, no para qué le va a servir al mundo moderno.


Para algunos -los que en su vida profesional se ocuparán del diseño o la gestión de las actividades mencionadas arriba-, la respuesta es que una parte de lo que están aprendiendo será una herramienta en su quehacer cotidiano o será el sustento teórico necesario sobre el que construirán otras herramientas más especializadas. De éstos, a los más creativos la matemática les resultará más útil por aquello de que uno termina echando mano a lo que sabe, y cuanto más sepa, mejor.


Pero hay otra parte de la respuesta sobre la utilidad de aprender matemática que debería ser aplicable absolutamente a todos, y reside en el poder formativo que tiene su estudio. Aquí no se trata de descubrir la pólvora: Platón exaltaba ese poder formativo en La República.


Consideremos el siguiente testimonio: "Finalmente me dije: jamás seré abogado si no entiendo lo que significa demostrar; dejé Springfield y regresé a casa de mi padre, donde permanecí hasta que pude demostrar cada Proposición de los seis libros de Euclides. Entonces supe lo que significa demostrar, y volví a mis estudios de leyes". Abraham Lincoln llegó a ser mucho más que un buen abogado, y aunque no afirmo que fue porque estudió a Euclides, lo cierto es que cuando uno lee sus cartas y discursos percibe claramente una mente con una sólida formación matemática. Más cerca, Manuel Belgrano fue un gran impulsor de la matemática, a la que consideraba "la llave maestra de todas las ciencias y artes".


Se me dirá que mis ejemplos son del siglo XIX y que hoy en día se requieren habilidades distintas. No lo creo. Mirar dos pantallas a la vez mientras se habla de una cosa, se escribe otra paseando los dedos sobre un teclado y se toma una decisión puede ser una habilidad útil para un piloto de caza, pero los demás nos vemos enfrentados diariamente a problemas sutiles y complejos que requieren nuestra atención indivisa y para los cuales tenemos, por suerte, bastante más de tres segundos. "La educación es lo que queda tras haber olvidado todo lo que se nos enseñó", dijo Albert Einstein. Y la matemática, cuando se enseña bien, deja hábitos y habilidades intelectuales básicos, esenciales para cualquier persona y de indudable valor social.


¿Por qué es formativa la matemática?


En primer lugar, por su estructura lógica. Para hacer matemática (demostrar algo, resolver un problema) se necesitan muy pocos conceptos, pero bien definidos y que se han de manejar con un discurso razonado y despojado de prejuicios. Será importante distinguir lo esencial de lo accesorio, buscar analogías, cambiar el punto de vista y captar relaciones escondidas. Todo esto ha de producirse dentro de una frontera delimitada por reglas claras. Reglas que no admiten doblez ni excepción.


En segundo lugar, por la creatividad que fomenta. Porque dentro de esas fronteras bien delimitadas que acabo de mencionar reina la libertad más absoluta. Vale todo. Sobra lugar para la imaginación y la creatividad (hay, por dar un ejemplo, más de 350 demostraciones del Teorema de Pitágoras). Nos guiamos por nuestra intuición y sentido estético. Así, la matemática es personal. Tanto que no pocas veces, cuando se lee un teorema se adivina la mano del autor tal como se adivina al pintor cuando se mira su obra.


En tercer lugar, la matemática obliga a la honestidad. Es difícil engañar a otros sin engañarse antes uno mismo, y en matemática esto simplemente no se puede: los desvíos, las falsedades, no encuentran lugar. Existe la posibilidad de error, pero esos errores nos explotan en la cara. La cuenta da lo que da, y si no nos gusta el resultado habrá que reconocer que tiene una existencia propia que escapa a nuestra preferencia y a nuestra voluntad.


En cuarto lugar, la matemática enseña paciencia, tenacidad y la aceptación de los tiempos humanos. Las máquinas son muy rápidas, pero ninguna piensa ni puede generar una idea. Para eso hace falta sopesar alternativas, dejarlas decantar, encontrar un camino, seguirlo y, cuando falle, buscar otro. "Que venga la inspiración no depende de mí. Lo único que puedo hacer es asegurarme de que me encuentre trabajando", decía Pablo Picasso. Lo mismo enseña el hecho de enfrentarse con un buen problema matemático.


Por último, la matemática nos hace humildes. Porque en ella encontramos todos, tarde o temprano, los límites claros de nuestra fuerza y habilidad. Límites que se podrán superar con tiempo, esfuerzo y estudio ¡y esto también es formativo! Pero siempre para encontrar, más allá, nuestros nuevos límites.


Discursos razonados, reglas claras sin excepción, libertad dentro de la ley, creatividad, honestidad, paciencia y humildad no son cosas que nos estén sobrando hoy a los argentinos. Así, llega la respuesta a la primera pregunta: "Esto te va a servir para ser más humano, mejor ciudadano y mejor persona".

El autor es matemático, investigador del Conicet y vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella




Para clase de Trabajos Prácticos del viernes 27 de mayo:



Estudiar:


• En DISEÑO.COM:


Capítulo 8: “Mito”


• En Módulo 1:

De Mitologías, Roland Barthes:“El mito, hoy”,
“Sapónidos y detergentes”, “El rostro de La Garbo”, “Publicidad de la profundidad”, “Marcianos”, “Conyugales”.



ENTREGA DEL TRABAJO PRÁCTICO Nº 1

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